lunes, 15 de noviembre de 2010

1. Shadow y su novela-laberinto

Shadow ha dejado su trabajo hace un mes para consagrar todo su tiempo al proyecto de su novela-laberinto. En realidad tampoco ha tenido demasiado tiempo para escribir durante este último mes. Ha estado ocupado abandonando Nueva York e instalándose en una nueva ciudad. Trabajaba como analista de software y tenía un piso en Brooklyn, donde vivía solo. Una vida aparentemente ordenada y pocos amigos. No le pagaban mal y apenas tenía tiempo para gastar lo que ganaba. Ahora que nadie lee se ha obsesionado con escribir una novela-laberinto. Últimamente pasaba la mayor parte de su tiempo en la oficina navegando por internet, atando cabos. Sus superiores se estaban percatando de la situación, así que decidió largarse antes de que le despidieran y coger todo el dinero que tenía ahorrado para mudarse a Tucson. Para él estas son las características que toda novela-laberinto debería reunir:
1) Cada lector seguirá un camino distinto. No basta con dejar la opción de elegir dos o más posibles vías, cerradas de antemano, para que cada uno escoja la que más le convenga. Lo aleatorio debe gobernar sobre el lector y también sobre el escritor, solo entonces se conseguirá el ansiado sueño de situarlos en planos de igualdad. A un lado la lectura, al otro la escritura: dos actividades igualmente creativas. En medio estará el Dios aleatorio ordenando escenas y reflexiones cada vez de una forma distinta, con la infinidad de posibilidades que la combinatoria establece para un número suficientemente grande de textos. Solo así se acabará con ese pequeño reyezuelo tiránico en que el escritor se convierte en demasiadas ocasiones.
2) Una novela abierta al mundo. Para expresarlo en lenguaje actual: un nodo interconectado a una estructura reticular mucho mayor. Una obra que sirva como un mapa, no para encontrarse a uno mismo, sino para seguir buscándose, para perderse en bosques que hasta hace un momento no se tenía conciencia de que existían. Para ello, en ocasiones, se tendrá que expulsar al lector fuera de la novela a patadas, para que salga a explorar a otros nodos y de allí a otros, de manera inesperada, hasta perder completamente el sentido de la orientación y sentirse extraviado en un mar de referencias culturales, geográficas, textuales relacionadas por vínculos apenas explicables por la razón. Cuando se sienta excesivamente aturdido podrá regresar a la novela, su nodo-hogar, para reconfortarse antes de emprender otra aventura.
Está amaneciendo. Tucson se despereza lentamente. Shadow baja la persiana y cierra los ojos.



jueves, 4 de noviembre de 2010

X e Y, una historia de amor - Uno

X esperaba fumando dentro del coche. Estaba diluviando. Fuera no había ni un alma: normal, pensó X, este lugar es de lo más inhóspito además, con la que está cayendo. Quedaba un minuto para la hora concertada, habría que mantener los ojos bien abiertos y ejecutar el protocolo de reconocimiento con precisión, eso era todo. Decidió encender la radio y buscar a tientas una emisora.
En ese momento vio aparecer a Y. Sí, sin duda, era Y: caminaba sujetando con una mano el diario Pueblo en posición horizontal sobre el pecho. Casi sin darse cuenta X encendió el intermitente derecho. Nadie le había avisado que Y era una mujer, es más había dado por supuesto que era un hombre. Y avanzaba decidida hacia el coche sosteniendo un paraguas con la otra mano y dando pasos desiguales para esquivar los charcos. Según se acercaba al coche X fue dándose cuenta de la situación. No sólo no había contemplado la posibilidad de que Y fuese una mujer, sino que jamás hubiese podido imaginar que Y era esa mujer. ¿Cómo expresarlo? No es que antes pensara que esa mujer era Z o algo así, no, sencillamente no había previsto que ella entrara en juego. X ya había visto a Y anteriormente en alguna asamblea en la facultad de económicas y había sentido un impulso inexplicable de conocerla, de hablar con ella. Impulso que, por otra parte, no había satisfecho, quizás porque no era tan poderoso como él creía o porque X era demasiado tímido para dejarse guiar por los impulsos. El caso es que, sorprendentemente, Y era esa mujer o, mejor dicho, esa mujer era Y.
Entonces ella entró bruscamente en el coche. Estaba empapada. X tardó en reaccionar.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Huir es una forma de llegar

El verdadero poeta es el que siempre está abandonándose. Nunca demasiado tiempo en un mismo lugar, como los guerrilleros, como los ovnis, como los ojos blancos de los prisioneros a cadena perpetua.
Roberto Bolaño 1976

La mejor manera de empezar es no empezar. Siempre nos sucede que nos dormimos bajo el optimismo del vino y amanecemos con el horror estallando en la cabeza, un poco como esa novela en que los cerdos se convierten en hombres y no al revés. Da la impresión de que por mucho que
planifiquemos el abordaje al barco enemigo, éste nunca estará lo suficientemente cerca o nosotros nunca saltaremos con el suficiente impulso como para aterrizar en la cubierta opuesta y no en el hambre de los tiburones. A fuerza de no querer hablar del principio he acabado hablando del final. Si pretendes llegar a algún sitio te has equivocado de lugar, este barco está diseñado para naufragar. Lo extraordinario es que zarpa del puerto con ése objetivo declarado.

Es curioso, pero algunos
fantaseamos constantemente con dejarlo todo y empezar de nuevo en otro lado. El leve matiz es que eso no es empezar, es largarse. Las dos cosas se parecen, pero no son iguales. En todo caso, si hay dinero de por medio no olvides coger el maletín antes de irte. Ésa es la regla número uno: coge la pasta y vete. La poesía viene mucho después.