sábado, 15 de diciembre de 2012

1. Una historia radicalmente concentrada de la literatura argentina: Witold Gombrowicz

El concepto de literatura nacional - dice Vila-Matas - es un concepto del siglo XIX. Con toda seguridad nadie representa mejor la extraterritorialidad, acaso el extrañamiento, en la historia móvil de literatura argentina que Witold Gombrowicz.

Gombrowicz nace en Polonia en 1904 y llega, en barco para una visita, a Buenos Aires pocos días antes de la invasión alemana de Polonia. Y ante la imposibilidad de regresar a Polonia decide quedarse allí. Lo primero que hace es ingresar en la pobreza. Al poco tiempo sus amigos de la comunidad polaca de Buenos Aires le consiguen un empleo en el Banco Polaco de Buenos Aires. Un empleo rutinario, aburridísimo; donde no quieren verle desocupado al mismo tiempo que apenas le dan nada que hacer. Es en sus ratos libres, ocultándose de su jefe, cuando escribe Transatlántico, novela autobiográfica que relata lo que acabo de resumir y otras muchas cosas, sirviéndose de una divertida parodia de la pobreza y de la comunidad polaca de Buenos Aires. El tema de la novela es el individuo frente a la nación. Y sí, lo logra: Gombrowicz desarma al nacionalismo, operando con lo absurdo, la paradoja y el humor. En los 24 años que reside en Buenos Aires nunca deja de escribir en polaco y sin embargo (caso único en la historia) ingresa en la historia de la literatura argentina. Argentina o Gombrowicz, de quién es la culpa no lo sé, pero es insólita la historia de un escritor que vive 24 años en un país escribiendo en una lengua extranjera (en polaco ni más ni menos), a la vez que es capaz de reunir a su alrededor a una pequeña legión de fieles y participar plenamente en esa llanura, en esa pampa, imaginaria donde confluyen las discusiones y las teorías, es decir: donde tiene lugar la lucha por el canon.

La historia de su primera novela: Ferdydurke, una critica devastadora al folklore, la historia y la pobre sociedad literaria polacas, escrita en 1937 y traducida colectivamente por sus discípulos en el café Rex de Buenos Aires (ni ellos sabían polaco, ni Gombrowicz apenas castellano, ¿cómo lo hicieron? nadie lo sabe a ciencia cierta), es ya mítica, como la propia obra, considerada obra maestra de un modernismo a medio camino del dadaísmo y los Hermanos Marx. Olvidada en Europa, el ajetreo del momento no dejaba tiempo para novelitas vanguardistas, y reflotada en la Argentina, donde adquirió la categoría de novela de culto, fue recibida (y sigue siendo recibida) con entusiasmo por lectores audaces y escritores indiscutibles como Ernesto Sábato, que escribió el prólogo de la 1º edición, o el mismo Piglia, que tiene una atrevida teoría sobre Gombrowicz como uno de los mejores novelistas argentinos del siglo XX.

Lo mismo que se preguntó Borges durante años, ¿cómo ser universal, sin dejar de ser argentino? ¿cómo ser universal siendo de un país desconocido, en plena periferia, como Argentina?, seguramente se lo preguntó Gombrowicz más de una vez, sin dramatismos y respondiéndose de manera hilarante. La manera más divertida (y dramática a la vez) de ser polaco y universal es ser Witold Gombrowicz.

Obviamente la posición de Gombrowicz y sus discípulos, respecto a la de Borges y sus seguidores, era marginal. Sin embargo, allí estaban: dando pelea. Creando un polo alternativo en la literatura argentina a la hegemonía de Borges, Bioy y Silvina Ocampo. Y, en este caso, el tiempo sí ha sido justo con él, y gradualmente Witold Gombrowicz ha ido ascendiendo a la respetable posición de clásico contemporáneo en Europa y en Latinoamérica. 

Cuenta también Vila-Matas (probablemente la escena sea falsa, pero qué más da) que 24 años después, cuando Gombrowicz estaba despidiéndose de sus discípulos desde lo alto de la cubierta del barco que lo iba a llevar de regreso a Europa gritó, siempre enfrentado a la noción de literatura institucional: ¡Maten a Borges! Y esas fueron las últimas palabras de Gombrowicz que llegaron a suelo argentino. En palabras del propio Vila-Matas: Sabe muy bien lo que dice, es un consejo enormemente sensato, al que no van a hacer caso sus pobres discípulos, que quedaron desolados para siempre andando por las carreteras más llanas de la Pampa.

Nunca regresa a Polonia. Se instala en Berlín y luego en el sur de Francia, donde muere. Un polaco en la literatura argentina o, como le llamaban sus discípulos, simplemente Witoldo. 

martes, 26 de junio de 2012

València, de Salvador Iborra

Hace algo menos de un año mataron en las calles de Barcelona al poeta valenciano Salvador Iborra. Tenía 33 años. El motivo fue una discusión a las seis de la madrugada por una bicicleta robada. Iborra, tras dar algunas vueltas por el barrio Gótico, donde vivía, encontró delante de su casa a los ladrones con la bicicleta. Eso dio pie a una discusión y los ladrones le cortaron el cuello de un navajazo. Estuvo un rato ahí, tirado en la calle, y cuando alguien llamó a la ambulancia ya era demasiado tarde. El caso salió en todos los medios, adquiriendo una cierta notoriedad entre los habitantes de la ciudad. Hasta tres personas que, con toda seguridad, no leen poesía me dijeron: han asesinado a un poeta. No dijeron: han asesinado a un hombre. Supongo que eso hizo que volviera a pensar en la fascinación que nos provocan los poetas asesinados, ese mito subterráneo que como el del poeta suicida está presente de alguna forma en nosotros. En primer lugar fue eso lo que hizo que me interesara en Salvador Iborra. A continuación, leyendo las noticias en los periódicos descubrí que Iborra adoraba al poeta catalán Gabriel Ferrater (a su vez poeta suicida. Se podría decir que su sucidio, como su poesía, fue un elogio a la precisión) y, en aquellos días en que leía con verdadera pasión Les dones i els dies (poemario de vida de Ferrater), me sentí extrañamente hermanado con el poeta asesinado. Dos ferraterianos en medio de la multitud ágrafa: él en la Academia (tenía una tesis sobre el tema), yo en la desolación de la oficina.  

Salvador Iborra escribía en catalán. Cuando lo mataron había escrito tres poemarios: Un llençol per embrutar (Una sábana para manchar), Les entranyes del foc (Las entrañas del fuego) y Els cossos oblidats (Los cuerpos olvidados), título ferrateriano donde los haya. Sus libros son casi imposibles de encontrar, como los de cualquier poeta joven. Solamente he podido conseguir  Els cossos oblidats. El libro está lleno de aciertos. A mi entender el principal hallazgo es una poesía inusualmente madura con una fuerte pulsión narrativa. En Els cossos oblidats hay amores perdidos, escenas de deseo, cuerpos temblorosos, ciudades y sus calles y una juventud ardiendo en la que no hay tiempo ni lugar para heroísmos. Seguramente se pueden encontrar poemas mucho mejores que València, pero entendí o creí entender perfectamente a Iborra después de leer este poema (abajo podéis leerlo en el catalán original y pobremente traducido al castellano). Intuyo que a Salvador Iborra le entristecía ver a su ciudad convertida en un esperpento. Una Valencia repleta de mafiosos rusos que lloran por el alma eslava en los amaneceres del Mediterráneo mientras sostienen una copa de vodka, rodeados de gorilas que no entienden nada. Una Valencia llena de proxenetas industriales que en su tiempo libre montan partidos de ultraderecha y se codean con dudosos empresarios de seguridad (¿Mamporros S.A.?) y de políticos con dientes resplandecientes y bronceados perennes; políticos hiperexcitados y festivos, inauguradores apasionados que ante el jolgorio creyeron que la vida era una mascletá sin fin y que en un exceso poético proclaman ahora que la paella somos todos. Una Valencia irreconocible que se ha convertido en un ejemplo paradigmático de lo que fuimos hace muy poco y de lo que en realidad seguimos siendo. Bueno, de lo que son algunos; sí, muchos, pero no todos. Salvador Iborra no vio un duro en los Felices Años y otros tampoco. En todo caso, pienso en Salvador y en su vida en el Barrio Gótico de Barcelona. Pobre y feliz, como seguramente sólo saben serlo los poetas jóvenes, pero cargando en silencio con una ciudad, tal vez con dos: Valencia y Barcelona.   



València

Interrogant ànimes infernades.
AUSIÀS MARCH

Quan et rompen a cops de vergonya el paisatge.
PONÇ PONS

Aquesta ciutat irrevocable on cada dia em desperte,
aquesta ciutat incrèdula on habiten malalalts incurables,
on m'alce cada matí per provar d'entendre maldestre
quina cosa ha de ser la vida. Ciutat d'amistats difícils,
de paciència callada i d'emocions salvatges sense públic,
aquesta ciutat que em va veure nàixer, indret amarg
de llengua i cultura catalanes encara, controvertida pàtria
que molts voldríen abandonar per sempre, lassos
de tanta ignomínia, de viure silenciosament entre cadenes.
Aquesta ciutat sense nissaga, camí de capvespres
entre parets pelades d'edificis eternement caient-se,
dels últims raig de llum que el nostre ull perdonar.
Ací, d'on els forasters i els patricis en trauen l'hàbit
d'enriquir-se, em ve aquesta nit la necessitat d'escriure.
Avui vull recórre-la per tota la seua bruta amplària,
ciutat meua, de llengua i música prohibides, sort de carrers
que ni amb els segles cicatritzaran les seues ferides,
ciutat d'un poble que amb la vanitat li han tret l'orgull,
que reposa sobre el pit d'aquells que se l'estimen.
València, pas sinuós de cadàvers que no tenen sexe,
cau de leprosos de l'ànima, carn a si mateix devorant-se,
patrona d'homes bondadosos que no aniran a l'escola,
desert literari abatut i ple de nostàlgia pels nostres majors,
Estellés, Fuster, Valor, Guarner que en temps passats
açò era un lloc d'esperança, ara aterren avions i ja no
es llegeixen llibres. Es contreuen ferotges els suburbis,
falsos discursos envilegen la nostra antiga cultura;
és impossible evadir-se, on està el record d'aquesta terra?
No sabeu com de profundament admire els que hi romanen,
els que porten dins seu l'infern i encara saben riure,
actors coronats que no apareixen mai en els llibres,
els que escriuen a les fosques, els que s'esforcen,
ells em són la pàtria, ells em són la força amb el seu
batre d'ales impossible entre la infantesa i els no-resos,
custodis encara dels carrers de València, senzills i alegres
de vegades, cercant i estimant allò que duem a dins,
aquest gran amor que creix com un dol entre nosaltres,
aquest hospici per a somnis que parla de coses possibles
que no som pelegrins del silenci i una altra ciutat podrà ser.




Valencia

Interrogando almas infernadas.
AUSIÀS MARCH
Cuando te rompen el paisaje a golpes de vergüenza.
PONÇ PONS
Esta ciudad irrevocable donde cada día me despierto,
esta ciudad incrédula donde viven enfermos incurables,
donde cada mañana me levanto para intentar entender torpemente
qué es la vida. Ciudad de amistades difíciles,
de paciencia callada y emociones salvajes sin público,
esta ciudad que me vio nacer, lugar amargo
de lengua y cultura catalanas todavía, controvertida patria
que muchos querrían abandonar para siempre, lasos
de tanta ignominia, de vivir silenciosamente entre cadenas.
Esta ciudad sin dinastía, camino de atardeceres
entre paredes desconchadas de edificios eternamente cayéndose,
de los últimos rayos de luz que nuestro ojo perdona.
Aquí, donde los forasteros y los patricios han adquirido el hábito
de enriquecerse, siento esta noche la necesidad de escribir.
Hoy quiero recorrerla por toda su sucia amplitud,
ciudad mía, de lengua y música prohibidas, suerte de las calles
cuyas heridas no cicatrizarán ni con los siglos,
ciudad de un pueblo al que con la vanidad le han quitado el orgullo,
que reposa sobre el pecho de aquellos que la aman.
Valencia, paso sinuoso de cadáveres que no tienen sexo,
zulo de leprosos del alma, carne a sí misma devorada,
patrona de hombres bondadosos que no irán a la escuela,
desierto literario abatido y lleno de nostalgia por nuestros mayores,
Estellés, Fuster, Valor, Guarner que en tiempos pasados
este era un lugar de esperanza, ahora aterrizan aviones y ya no
se leen libros. Se contraen feroces los suburbios,
falsos discursos envilecen nuestra antigua cultura;
es imposible evadirse, ¿dónde está el recuerdo de esta tierra?
No sabéis cuán profundamente admiro a los que se quedan,
a los que llevan dentro su infierno y aún saben reír,
actores coronados que no aparecen nunca en los libros,
los que escriben a oscuras, los que se esfuerzan,
ellos para mí son la patria, ellos para mí son la fuerza con su
batir de alas imposible entre la infancia y los vacíos,
guardianes aún de las calles de Valencia, sencillos y a veces
alegres, buscando y amando eso que llevamos dentro,
ese gran amor que crece entre nosotros como un duelo,
este hospicio para sueños que habla de cosas posibles
que no somos peregrinos del silencio y otra ciudad podrá ser.

domingo, 15 de abril de 2012

El pensamiento de mediodía (La pensée du midi) - A. Camus

Uno de mis libros de pensamiento favoritos es el "El hombre rebelde" de Albert Camus. Uno de mis pensadores favoritos es Albert Camus. Hace unos dos años "El mito de Sísifo" fue un golpe. En mi adolescencia "El extranjero" fue un golpe. "El hombre rebelde", hace un año, fue un huracán de lucidez. Creo que muchas de sus tesis siguen vigentes y sirven para analizar la historia y el presente de la rebelión humana y de las revoluciones inspiradas por ella. Su visión de las dos almas de Europa: germánica y mediterránea, es más actual que nunca. Este fragmento, de la parte titulada "El pensamiento de mediodía" es un magnífico ejemplo de la mirada filosófica y poética de Albert Camus.

La historia de la Primera Internacional, en la que el socialismo alemán lucha sin descanso contra el pensamiento libertario de los franceses, los españoles y los italianos, es la historia de las luchas contra la ideología alemana y el espíritu mediterráneo. La comuna contra el Estado, la sociedad concreta contra la sociedad absolutista, la libertad reflexiva contra la tiranía racional, el individualismo altruista, en fin, contra la colonización de las masas, son, por lo tanto, las antinomias que ponen de manifiesto, una vez más, la larga confrontación entre la mesura y la desmesura que anima a la historia de Occidente desde el mundo antiguo. El conflicto profundo de este siglo no se establece, quizás, entre las ideologías alemanas de la historia y la política cristiana, que en cierta manera son cómplices, tanto como entre los sueños alemanes y la tradición mediterránea, las violencias de la eterna adolescencia y la fuerza viril, la nostalgia exagerada por el conocimiento y los libros y el coraje endurecido y aclarado en el curso de la vida; en fin, entre la historia y la naturaleza. Pero la ideología alemana es en esto una heredera. En ella terminan veinte siglos de una vana lucha contra la naturaleza en nombre de un dios histórico primeramente y de la historia divinizada luego. El cristianismo no ha podido conquistar, sin duda, su catolicidad sino asimilando todo lo que podía del pensamiento griego. Pero cuando la Iglesia disipó su herencia mediterránea hizo hincapié en la historia en perjuicio de la naturaleza, hizo triunfar lo gótico sobre lo romántico y, destruyendo un límite en sí misma, reclamó cada vez más el poder temporal y el dinamismo histórico. La naturaleza que deja de ser objeto de contemplación y admiración no puede ser ya luego sino la materia de una acción que aspira a transformarla. Estas tendencias, y no las nociones de mediación que habrían dado al cristianismo su verdadera fuerza, triunfan en los tiempos modernos, y contra el cristianismo mismo, en virtud de una justa reversión de las cosas. Si en efecto, Dios es expulsado de este universo histórico, nace la ideología alemana, en la que la acción no es ya perfeccionamiento sino pura conquista, es decir, tiranía.
Pero el absolutismo histórico, a pesar de sus triunfos nunca ha dejado de tropezar con una exigencia invencible de la naturaleza humana cuyo secreto guarda el Mediterráneo, donde la inteligencia es hermana de la dura luz. Los pensamientos rebeldes, los de la Comuna o del sindicalismo revolucionario, no han dejado de negar esta exigencia tanto frente al nihilismo burgués como al socialismo cesáreo. El pensamiento autoritario, al favor de tres guerras y gracias a la destrucción física de un grupo selecto de rebeldes, ha sumergido esta tradición literaria. Pero esta pobre victoria es provisional y el combate continúa. Europa no ha existido nunca sino en esta lucha entre el mediodía y la medianoche. No se ha degradado sino al abandonar esta lucha, al eclipsar el día con la noche. La destrucción de este equilibrio produce actualmente sus frutos más bellos. Privados de nuestras mediaciones, desterrados de la belleza natural, nos hallamos de nuevo en el mundo del Antiguo Testamento, arrinconados entre unos Faraones crueles y un cielo implacable.
En la miseria común renace la vieja exigencia; la naturaleza vuelve a alzarse ante la historia. Claro está que no se trata de despreciar nada, ni de ensalzar a una civilización contra otra, sino decir simplemente que hay un pensamiento del cual el mundo actual no podrá prescindir ya mucho tiempo. Hay, ciertamente, en el pueblo ruso algo capaz de dar a Europa una fuerza de sacrificio, y en América un poder de construcción necesario. Pero la juventud del mando sigue encontrándose alrededor de las mismas costas. Precipitados en la innoble Europa donde muere, privada de belleza y amistad, la más orgullosa de las razas, nosotros, los mediterráneos, seguimos viviendo de la misma luz. En plena noche europea, el pensamiento solar, la civilización de doble rostro, espera su aurora. Pero ilumina ya los caminos del verdadero dominio.

martes, 27 de marzo de 2012

Algunas reflexiones sobre la lectura

Éstas son algunas reflexiones relacionadas con la lectura, la escritura y ciertos escritores (aunque todas ellas son siempre primero la historia de la lectura), que he ido recopilando desde hace años, casi sin darme cuenta, y almacenando en cajones virtuales. Ahora las junto y las dejo aquí, en otra de las tantas ventanas líquidas que tengo esparcidas por la red. Algunas pertenecen a novelas, otras a conferencias y artículos, otras a cartas, otras puede que incluso sean apócrifas.

INSTRUCCIONES DE USO:
La selección ha sido realizada con un humilde desorden y con una ausencia de rigor más cercano a la inconsciencia que al caos lúcido. Después de leerlas lo más reconmendable es mantener la mente ocupada en la más absoluta nada.

Todo esto para no pegarlas y ya está. Ahí van:



“Si el libro que leemos no nos despierta como un puño que nos golpea en el cráneo ¿para qué lo leemos? ¿Para que nos haga felices? Dios mío, también seríamos felices si no tuviéramos libros, y podríamos, si fuera necesario, escribir nosotros mismos los libros que nos hagan felices. Pero lo que debemos tener son esos libros que se precipitan sobre nosotros como la mala suerte y que nos perturban profundamente,...”

Franz Kafka


"El ser humano es una entidad bastante desagradable y ninguna descripción de la especie que excluya a la violencia sería verosímil. Y como literatura, no conozco ningún buen libro basado en la historia de buena gente"

Carlos Busqued


"Bolaño seguirá teniendo vigencia en cualquier lengua porque escribió desde la periferia, con esa garra y esa vitalidad que sólo poseen los marginados, nunca para complacer a una tradición o al mainstream".

Junot Díaz


Escribir un bestseller con intención consciente de hacerlo es, después de todo, un estado mental que no deja de tener puntos de comparación con el acto de casarse por dinero sólo para descubrir que la ausencia de amor es más costosa que lo previsto. Cuando un supuesto y modesto escritor de bestsellers se vuelve lo bastante profesional como para escribir un libro ganador, él o ella piensa que ha logrado una gran hazaña, al igual que un hombre desprovisto de amor (y dinero) verá un casamiento pródigo como una unión espléndida.

Norman Mailer



El escritor definió tres tipos de lectores:

1. El lector de clásicos, el que tradicionalmente se ha considerado como un buen lector por hacer suyos los textos de autores como Platón y Cervantes.

2. El lector comercial, que se ciñe a la lista de best-seller y que por lo tanto sigue la corriente de la mayoría.

3. El lector selectivo, que busca el libro adecuado y sabe lo que quiere leer. “Es el que sabe de una manera personal descubrir en un libro algo que es suyo. Leer como si estuviera buscando su autobiografía”, aseguró. Es un lector que debe tener coraje para decir: “entiendo que Cervantes es un gran escritor pero no para mí”. Pese a esta crisis, Manguel piensa que los lectores van a sobrevivir y que “la muerte de la literatura la tiene que leer un lector”.


Crónica de alguien sobre lo que dijo Alberto Manguel en no sé qué conferencia que dio no sé dónde


La lectura es un arte, aunque muchos autores de hoy lo ignoran, ya que andan atareados complaciendo lo que se espera de ellos: intrigas trilladas, personajes que hablen como en las series más mediocres de televisión, estilo de tiralíneas. Claridad se les reclama, y que no embrollen. Que respiren con naturalidad y no ensombrezcan las mañanas.

Ostentadora del gusto general, la mayoría lectora, que cuenta con la reveladora complicidad del sufragio de los que no leen, actúa como si hubiera vencido en las urnas y eso le permitiera ahora imponer la figura del lector pasivo y someter cualquier lectura individual a la más burda lectura general, prisión de todos.


Enrique Vila-Matas


Cuando despertaron del ensueño de las hipotecas y de aquel poderío económico que habían creído eterno, cuando despertaron en pleno centro del torbellino que lo arrasaba todo, el libro seguía ahí. Era asombroso, nada ni nadie había conseguido alterarlo, nadie lo había movido del lugar de siempre. Miraron incrédulos, parecía mentira. Allí estaba, totalmente imperturbable. Años de barbarie no habían podido con él, y ahora, a principios de aquel siglo que había comenzado con la gran borrasca, el libro estaba allí para recordarles o simplemente informarles, por si no lo sabían, que la literatura habla un lenguaje distinto, no opresor, muy diferente al resto de los lenguajes perversos que nos esclavizan con sus tiranías cotidianas: el lenguaje económico, político, religioso, familiar, televisivo.

Enrique Vila-Matas


"La vida misma no creo que haga escribir a nadie. El momento en que uno decide ser escritor es un instante de locura total y de voluntad, entendida en el sentido nietzscheano de la palabra, que es un sentido bastante delirante.
Escribir no es normal, lo normal es leer y lo placentero es leer, incluso lo elegante es leer. Escribir es un ejercicio de masoquismo; leer a veces puede ser un ejercicio de sadismo, pero generalmente es una ocupación interesantísima”


Roberto Bolaño


Dan Brown es un escritor de culto pero es un culto masivo y, por lo tanto, muy poco selectivo. J. D. Salinger es, también, un escritor de culto; pero lo suyo se acerca al más exquisito budismo zen. Así, Haruki Murakami o Paul Auster o David Foster Wallace serían sumos sacerdotes de sectas en expansión, mientras que Thomas Pynchon y Jorge Luis Borges y Vladímir Nabokov serán, siempre, tótems frente a los cuales arrodillarse. Entre unos y otros están todas esas íntimas religiones (propongo estampitas de John Banville, Rick Moody, Iris Murdoch, Felisberto Hernández, Denis Johnson, Michael Ondaatje, Steven Millhauser) por las que unos cuantos miles están dispuestos a lo que sea. Es decir: a seguir leyendo. Y a reconocerse entre ellos con complicidad. Nunca dejaremos de creer y de rezarles a León Tolstói y Marcel Proust y Francis Scott Fitzgerald. Un escritor de culto es aquel que hace que leer sea tan pero tan parecido a orar, con una atendible diferencia: no sólo sentimos que nos escucha sino que, además, nos habla nada más que a nosotros. Y, por supuesto, Dios existe y se llama Shakespeare.

Rodrigo Fresán

domingo, 25 de marzo de 2012

Teseo y el Minotauro

Teseo, versión de Robert Graves.
Androgeo de Creta, hijo del rey Minos, gana todas las competiciones atléticas en Atenas: carreras, boxeo, salto, lucha, lanzamiento de disco. A los sobrinos de Egeo esto no les hace ninguna gracia, así que lo acusan de conspirar por el trono y lo matan. Minos protesta airadamente ante los dioses del Olimpo. Éstos le ordenan a Egeo que cada nueve años envíe siete chicos y siete chicas de Atenas para que sean devorados por el Minotauro de Creta. El Minotauro - medio toro y medio hombre - vive en el centro de un laberinto circular construido por Dédalo. Un laberinto cuyos recovecos el Minotauro conoce de memoria. En esto, los atenientes, que ya estaban enfadafos con Teseo por una refriega anterior, lo escogen en el selecto grupo que se va a zampar el Minotauro. Teseo está contento porque ha decidido matar al Minotauro.
Ariadna, hija de Minos, se enamora de Teseo. En realidad nunca lo ha visto, pero Afrodita se ha metido en la historia y ha conseguido que eso suceda. Ariadna visita a Teseo en la prisión, antes de que éste acuda al laberinto. El plan es el siguiente: ella tiene un ovillo mágico que le dio Dédalo antes de largarse de Creta. Si atan el cabo suelto en la puerta del laberinto, éste rodará mágicamente hasta el claro que está en el centro del laberinto. Ahí está el Minotauro. El Minotauro solamente duerme una hora al día, cerca de la medianoche. Teseo con la ayuda del hilo consigue llegar al centro del laberinto, donde está durmiendo el Minotauro y le corta la cabeza. Ariadna libera a los otros/as cautivos/as atenienses. Agujerean los barcos de la flota cretense y huyen en un barco.

Corolario: Teseo es un cutre. Que me perdone la gélida Academia, pero no se me ocurre otro adjetivo.



Los Reyes, Julio Cortázar.
Aquí Ariadna siente piedad por su hermano Minotauro. Cuando éste se entera que Ariadna le entregó el ovillo a Teseo se siente traicionado o poco amado o algo que no es lo uno ni lo otro pero que es mucho peor y se deja matar. En escenas anteriores Ariadna se sentía mal por haber vendido a su hermano.
Según declaraciones del propio Cortázar el Minotauro vivía muy feliz en el laberinto, con su huéspedes. Un anfitrión ejemplar, por lo visto, el Minotauro este. Hasta que llega Teseo, que es el defensor del orden establecido, y lo mata. El Minotauro es una anacoreta, un poeta o un monje. Teseo es un matón con ínfulas de héroe. ¿Y Ariadna? Ariadna no se sabe ni lo que es.




La casa de Asterión, Borges.
Asterión vive en una casa con infinitas puertas, con infnitos pasillos. Todas las puertas están abiertas pero Asterión nunca sale. Su palacio es un mundo. Es el mundo. ¿Su mayor patrimonio? La soledad. No sabe leer. Pero se entretiene jugando. ¿Su juego preferido? Mostrarle la casa a otro Asterión que viene a visitarle. Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que Asterión los libere de todo mal. Mueren en el palacio, sin que Asterión los toque. Se caen y les suceden otras cosas todavía más espantosas. Asterión no tiene ni idea de quienes son. Uno de esos hombres dijo antes de morir que algún día llegaría el redentor de Asterión. Y Asterión espera a su redentor con la esperanza de que le lleve a un lugar con menos puertas, con menos galerías. Pero no sabe si su redentor es un hombre o un toro o un toro con cara de hombre. Y las últimas frases, que habría que subrayar con sangre o escribirlas en los muros de todas las metrópolis de Occidente, rezan:

- ¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.

Obviamente Asterión es el Minotauro, su palacio es el laberinto circular y Borges es un genio.

Pero lo que me interesa es eso: el minotauro apenas se defendió. Fue abatido sin oponer resistencia. La única redención que halló fue la muerte. A Roque Dalton también lo mataron mientras dormía, porque era poeta. ¿Era Roque Daltón un Minotauro? ¿Es el Minotauro un poeta? ¿La historia se repite?

Apenas se defendió. ¿Nos defenderemos nosotros? ¿Quién no salvará del fuego? ¿Teseo? No tengo ni idea. De todas maneras solamente la imaginación puede sacarnos del laberinto circular. Un laberinto que es una llanura, un páramo, un erial.

¿Acaso existe mayor laberinto que el desierto?

domingo, 11 de marzo de 2012

Instrucciones para triunfar

Conviértete en un exitoso profesional, con un sueldo que quita el hipo y que pasa sus horas de ocio idiotizado ante el televisor o delante de la pantalla de su nuevo móvil de última generación.

No pierdas el tiempo con drogas, con viajes a ninguna parte, con música triste, con libros y con pelis profundas. Tómate una cerveza de vez en cuando con tus compañeros de oficina. Viaja a lugares exóticos, de los que no verás nada, para relajarte. Olvida el estrés con el antídoto de tu pulsera all included. Escucha música de ritmo machacón y de rabiosa actualidad. No escuches a carrozas perturbados por las psicodelia imperante en aquellos tiempos pasados. El jazz es demasiado cerebral, sólo sirve para vacilar. Aprende dos o tres nombres y algún álbum para impresionar al personal. Entre nosotros: Coltrane es un coñazo. Lee best-sellers, evita a los escritores suicidas, esos tíos son problemáticos. Literatura de entretenimiento y consumo fácil: masticar es de capullos. Prueba con un thriller histórico, te evadirá. La poesía es evidentemente la más estéril de todas las actividades humanas. En cuanto al cine, ya sabes, películas sencillas que puedas olvidar al día siguiente. El cine de autor solo sirve para aparentar ser un tío culto. Di que vas a los cines subtitulados y pensarán que eres un ser profundamente sensible. Eso con las tías es mano de santo.

No tengas sueños, ten ambiciones.
Haz yoga y come sano.
Así es como funcionan las cosas: encuentra el compromiso entre no pensar demasiado y que los demás crean que sí lo haces.
Es el secreto del éxito.

Vincent Guerrero

domingo, 4 de marzo de 2012

El poeta asesinado: el guanaco Roque Dalton

La tragedia del poeta asesinado se ha repetido bajo todas las formas posibles, en cualquier lugar del mundo. Poetas fusilados, apaleados por una turba cegada por el fatanismo (como tan bien expresa Apollinaire), poetas muertos en los campos de batalla de la historia humana. El asesinato de Roque Dalton aúna toda la tragedia del mito del poeta asesinado. Esta vez hundido en el légamo de la izquierda latinoamericana. Una izquierda que, en algunas latitudes, se emborrachó de todo el fanatismo de la izquierda mundial, reinterpretándolo con su habitual exceso.
A Roque Dalton lo asesinaron sus propios compañeros del Ejército Revolucionario del Pueblo un 10 de mayo de 1975, que más tarde se integraría en el ahora gobernante FMLN, en aquel Salvador que se había convertido en un minúsculo Vietnam de América. Por qué o cómo le mataron no lo sabemos. Obviamente tampoco hay restos de Roque Dalton. Es un desaparecido más en un continente lleno de fantasmas. Le acusaron de espía gringo, de espía cubano, de insubordinación. Qué importa. Otros dicen que fue un asunto de envidia literaria. Tal vez un buen poeta asesinado por poetas mediocres o incluso infames. Le citaron en un piso de El Salvador y le dispararon. Quizá fue en la selva. Alguno dice que lo mataron mientras dormía porque era poeta y ser acuchillado en mitad del sueño es una muerte honorable, para un poeta se entiende. Los responsables de su asesinato están en el actual gobierno de Funes. Todavía no han contado como fue.Ahora participan en los homenajes al gran poeta de El Salvador.
Antes de eso estudió Derecho en Chile y en El Salvador. Viajó a la URSS para participar en el Festival Mundial de la Juventud. Entabló amistad con Carlos Fonseca (Fundador del Frente Sandinista), con el poeta argentino Juan Gelman, con el poeta guatemalteco y Premio Nobel Miguel Ángel Asturias, con el poeta turco Nazim Hikmet. Viajó y vivió temporadas en Cuba, México, la Unión Soviética, Corea del Norte, Checoslovaquia. Fue la voz más influyente de la Generación Comprometida. Se unió a la guerrilla. Y escribió poemas. Poemas buenos y necesarios. También teatro, ensayos y narrativa, como la novela "Pobrecito poeta que era yo". Y un 10 de mayo de 1975 se encontró con sus hermanos en el limbo de los poetas asesinados. Todos. Del más infame al más brillante.
Ahora pertenece a los lectores de poesía y al pueblo salvadoreño. A sus compatriotas les escribió este poema de amor que los salvadoreños, especialmente aquellos que están lejos, han abrazado como himno verdadero, no sé si de la patria, pero sí de algo mucho menos inasible: ser salvadoreño.


POEMA DE AMOR
Los que ampliaron el Canal de Panamá
(y fueron clasificados como "silver roll" y no como "gold roll"),
los que repararon la flota del Pacífico
en las bases de California,
los que se pudrieron en la cárceles de Guatemala,
México, Honduras, Nicaragua,
por ladrones, por contrabandistas, por estafadores,
por hambrientos,
los siempre sospechosos de todo
("me permito remitirle al interfecto
por esquinero sospechoso
y con el agravante de ser salvadoreño"),
las que llenaron los bares y los burdeles
de todos los puertos y las capitales de la zona
("La gruta azul", "El Calzoncito", "Happyland"),
los sembradores de maíz en plena selva extranjera,
los reyes de la página roja,
los que nunca sabe nadie de dónde son,
los mejores artesanos del mundo,
los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera,
los que murieron de paludismo
o de las picadas del escorpión o de la barba amarilla
en el infierno de las bananeras,
los que lloraran borrachos por el himno nacional
bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte,
los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,
los guanacos hijos de la gran puta,
los que apenitas pudieron regresar,
los que tuvieron un poco más de suerte,
los eternos indocumentados,
los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo,
los primeros en sacar el cuchillo,
los tristes más tristes del mundo,
mis compatriotas,
mis hermanos.

Julio Cortázar recita el poema Alta hora de la noche, de Roque Dalton.


martes, 21 de febrero de 2012

He visto detectives rabiosos en las calles de Barcelona

Llevo tiempo queriendo escribir algo sobre Roberto Bolaño. Nada de referencias oblicuas a su universo, citas veladas o demás muestras de orfebrería paraliteraria. Un homenaje puro y duro. Uno más. El mío. 

La dimensión de la obra es tan colosal que asusta enfrentarse a ella en tan poco espacio. El caso es que Roberto Bolaño es uno de los escritores en español más importantes de nuestro tiempo y probablemente en cualquier otra lengua. Suena a hipérbole. A provocación. A abismo. A Roberto Bolaño hablando de Georges Perec. Pero es así. No sé como justificarlo, simplemente sé que es así. 
Los gringos, hábiles constructores de mitos, han puesto de moda el icono Bolaño. La mercadotecnia Bolaño. Es decir, Roberto Bolaño como el Jack Kerouac o el Jim Morrison de la literatura latinoamericana (el malditismo). Un joven al límite, cruzando Latinoamérica de Norte a Sur (Diarios de motocicleta al revés), la vanguardia más extrema en el DF, un sudaca en España y un escritor consagrado en un pueblo de veraneo en la Costa Brava. Escribiendo contra todos (escribiendo poesía en el país de los imbéciles), bajo cualquier circunstancia y emergiendo victorioso contra todo pronóstico, para luego morir en la orilla, víctima de una biología vengativa. Otra lectura espantosa de Bolaño, como dice Ignacio Echeverría, es adoptar toda esa historia para luego afirmar que Bolaño, de mayor, se hizo escritor en la tranquilidad pequeñoburguesa, contando sus batallitas de juventud. No existe lectura más reaccionaria de Bolaño. 

Roberto Bolaño fue un joven salvaje. Probablemente en algún momento encontró una cierta estabilidad que le ayudó a escribir. No lo sé. No me apetece especular, ni sé muy bien qué es exactamente la estabilidad, ni quién es uno para juzgar la situación de otro ser humano como estable. Solamente sé que su escritura nunca fue domada.

Se puede entrar a la obra de Bolaño por muchas puertas distintas. Los detectives salvajes suele ser la más habitual. Yo entré gracias a Llamadas telefónicas en un momento en que intentaba aprender a escribir cuentos. Vivía en Francia y no podía llevarme demasiados libros. La apuesta me salió bien. Los cuentos de Bolaño son excelentes. Extrañamente clásicos y contemporáneos a la vez; contienen todo su universo. Son como cápsulas comprimidas con todas sus obsesiones y una prosa capaz de contonsionarse sobre sí misma desafiando toda anatomía. El gaucho insufrible y Putas asesinas también golpean abajo, directos al estómago. Luego vino todo lo demás. La novela Los detectives salvajes, cuya lectura agitan hoy en día tantos jóvenes latinoamericanos que sueñan con ser escritores algún día, como en su día otra generación agitó Rayuela, tiene esa maravillosa virtud, tan de Bolaño: exudar romanticismo sonando distinto, sin lugares comunes, con un lirismo tan directo, tan parriano que sobrecoge. Al leerlo te dan ganas de ponerte a escribir. La nueva gran novela mexicana escrita por un chileno. El caso es que deja atrás de una vez por todas las florituras del realismo mágico, su Latinoamérica ahistóricamente exótica, que había derivado, después de tanta pirueta, en una cierta cursilería. La nueva imagen es el desierto. La intemperie. La metrópoli (el DF) por donde caminan los detectives-poetas Arturo Belano y Ulises Lima, habiendo heredado la derrota de todas las utopías menos la utopía de la poesía (nos dormimos soñando y nos despertamos gritando de horror), amando, enfrentándose a la literatura oficial, a la izquierda oficial. Y luego, viajando al norte. Siempre al Norte por una alargada carretera, hacia los grandes espacios abiertos, hacia los  desiertos infinitos. Esa intemperie, esos yermos desterritorializados que expresan mejor que nada la esencia de América y todos sus fantasmas. Primero tierra de sueños y después del horror. Mucho Rulfo, muchísimo Rulfo. 2666 ya es de locos. Escrita con un pie en la tumba, como en toda su obra Bolaño disecciona el mal. El mal que también somos nosotros, nuestra indiferencia. El mal al que nos acostumbramos como ruido de fondo. Y Europa y América y siempre la literatura. Siempre México. Santa Teresa (Ciudad Juárez) es la epifanía de todos nuestros horrores. Podría incluso haber una evolución en la simbología de Bolaño: el desierto es más árido, más brutal, ya no es el territorio de los sueños. Ya no se esconde en él una hechicera-poetisa, sino la espalda del mundo. Todo eso con la prosa de Bolaño que, insisto, es única. Hay otra cosa fundamental en Bolaño y muy necesaria en la literatura en español: su sentido del humor. Es fino y ácido: desarma. En una literatura en que el sentido del humor goza de mala reputación a causa de un grotesco sentido de lo trascendental, por no hablar del tremendismo, siempre hacen falta los Quevedo, los Parra, los Valle-Inclán, los Cortázar, los Bolaño para hacernos reír a tiempo antes del Apocalipsis o que éste nos coja riendo a carcajadas, con un libro entre las manos. La literatura nazi en América es desternillante, a la vez que terrorífico. Asusta pensar que el mal pueda enternecernos tanto, que las vidas de los infames puedan resultar tan divertidas en su esperpento. Ya lo he dicho, hay tanto y tan poco espacio. Y antes de acabar quiero decir algo de su poesía. En Bolaño el poeta-narrador es uno, aunque suene obvio. Su poesía, poco conocida, es necesaria y sorprendente. En la línea de Parra, de Lihn, de Pimentel (del que ya hablé en el post de Ave Soul). El road-poem Los Neochilenos contiene toda la épica bolañiana. Una suerte de mini-detectives salvajes. Y hay muchos otros. La poesía de Bolaño, fuertemente narrativa, está salpicada de personajes, de narraciones donde se funden la ficción y la autobiografía. Al leer su antología La Universidad Desconocida me sentí más cerca que nunca del hombre. Sus poemas de la época de Barcelona, a finales de los 70, cuando vivía en la calle Tallers, oscilan entre la belleza y la desesperanza en permanente tensión. 

Un puente de besos sobre los abismos de la memoria

La obra de Bolaño dialoga consigo misma. Una obra definitivamente fractal, total. A veces uno piensa que estamos todos un poco bolañizados (eso es muy de Fresán) y a uno le empiezan a suceder cosas que parecen propias de un cuento de Bolaño y se pregunta si no estará moviéndose dentro de uno. 

Para liquidar la cuestión de las posibles lecturas de Bolaño quiero añadir que concuerdo con Ignacio Echeverría en que existe una lectura muy política de su obra. Sin necesidad de autoproclamarse como comprometida ni chorradas por el estilo ni de escribir arduas novelas naturalistas, nos avisa que el mal puede ser divertido, entrañable, sensible, culto y tener, incluso, el talento artístico de su lado. También puede ser despiadado e invisible. Y las dos cosas al mismo tiempo. Y los detectives o los policías judiciales pueden acabar completamente desconcertados y ser incapaces de resolver el caso. La vida no siempre acaba como las novelas negras de mala calidad. Asusta, pero es así. El maniqueismo es una ficción bastante mediocre. También nos muestra la literatura como experiencia total, con sus hechizos y sus basureros. Sin olvidar sus injusticias, incluidas las de su historia: el olvido de Roberto Arlt por ejemplo. Lo mismo es aplicable a todos los ámbitos de la vida. 

Como decía él: el ser humano es un ser condenado a la derrota, a una derrota incondicional, pero creo en el poder lenitivo de la literatura.

He visto detectives rabiosos en las calles de Barcelona. Andaban por los portales del Barrio Chino, resguardándose de la lluvia.
Caminaban amando.

Hasta siempre Ulises Lima y Arturo Belano.

Dejo este fragmento del poema Porque escribí de Enrique Lihn, poeta tan admirado por Bolaño:

Porque escribí no estuve en casa del verdugo
ni me dejé llevar por el amor a Dios
ni acepté que los hombres fueran dioses
ni me hice desear como escribiente
ni la pobreza me pareció atroz
ni el poder una cosa desable
ni me lavé ni me ensucié las manos
ni fueron vírgenes mis mejores amigas
ni tuve como amigo a un fariseo
ni a pesar de la cólera
quise desbaratar a mi enemigo.

Pero escribí y me muero por mi cuenta,
porque escribí porque escribí estoy vivo.