domingo, 25 de mayo de 2014

Il mio paese

En una de las escenas más turbadoras de La gran belleza el protagonista está en el patio de un palacio romano, en plena madrugada, cuando cree ver una jirafa. En eso llega uno de sus mejores amigos y le dice con cierta amargura algo así: "Vengo a despedirme. Regreso a mi pueblo. Roma me ha decepcionado mucho". La expresión que emplea para decir mi pueblo es "il mio paese". Una expresión común en lengua italiana que tal vez sirva para conservar, fosilizada en el idioma, la memoria de una unificación tardía. La República, como arquitectura institucional, como idea ilustrada, y la comarca, el pueblo, la región: el pequeño país.

En muchos de los textos de Josep Pla uno encuentra el término "país" empleado con una deliciosa ambigüedad. Pla era un prosista lúcido e inteligente, que hacía de los matices y de la finura su principal materia. Puede parecer aburrido, en parte todos los escritores memorialistas pueden parecerlo. Renunciar prácticamente a la ficción y adquirir el compromiso de hacer de la realidad cotidiana el único tema es siempre redoblar la apuesta. Pero lo que no puede ser jamás Pla, para cualquier lector atento, es un escritor tosco. 

"País", en catalán, también tiene a menudo esa acepción. Y Josep Pla - italianófilo convencido - juega con la palabra en su vertiente más descaradamente itálica. Fue él precisamente quien dijo que Cataluña era la región más occidental de Italia. Y el lector se encuentra ante el reto de tener que descifrar, con ayuda del contexto, si el autor se refiere a Cataluña, a España o al Ampurdán. Porque a menudo el país de Pla es ese: el Ampurdán. Lo abarcable. El único país posible. Ese pequeño paraíso mediterráneo, territorio de síntesis donde se resume el paisaje catalán en un espacio mucho menor: mar, montaña y llanura. De Palafrugell a Llúfriu, de principio a fin, y esa impresión de que, más allá de construcciones políticas, la única patria posible del hombre, como dijo Rilke, es siempre la infancia.