domingo, 29 de marzo de 2015

Cuando el Raval sea una explanada



Al principio de esta novela (L'endemà de tot, Lluís Calvo, Raig Verd Editorial) el protagonista cruza las Ramblas para mudarse del Raval al barrio Gótico. Este viaje, aparentemente banal y sin embargo tan decisivo como todos los viajes verdaderos, aparece otras veces a lo largo de la novela. Y es que las Ramblas, a día de hoy, no se pasean, se atraviesan. Como los ríos, como los desiertos. Tal vez por eso mismo. Porque son un río y un desierto al mismo tiempo. El único río de Barcelona, el único que merece la pena reseñar. Un Misisipi de voces, barrigas y minifaldas. 

Lluís Calvo circunscribe casi toda la acción de su novela al espacio geográfico delimitado por el Paralelo, Via Laietana, Plaza Catalunya y el mar Mediterráneo, es decir: Ciutat Vella. L'endemà de tot es así una novela de aventuras, de peripecias humanas - ¿qué otra cosa puede ser una novela urbana? - que se aparta algo, aunque tal vez no tanto, de ese subgénero de la novela social que fue la Novela de Barcelona. Y los personajes, claro, son los perdedores - los de siempre y los de ahora - que capean el temporal a través de la alegría de estar vivos. Se narra así, con prosa inmediata y no sin humor, entre otras muchas cosas, la transformación del paisaje de una ciudad y de un barrio, y la inevitable melancolía que ello suscita en alguno de los personajes.

En algún momento de la lectura, me ha parecido que L'endemà de tot era tal vez esa Gran Novela del Raval que tanto tiempo hemos esperado; esa novela que seguimos esperando porque seguimos necesitándola. No sé si es así, pero en todo caso logra convertir al Raval en un territorio literario privilegiado. Y para ello, claro, además de escribir como si uno estuviese a punto de morir en un incendio, hay que reunir a un grupo ecléctico de seres humanos para hablar de la crueldad de la vida y de la la comedia general; de la alegría a menudo salvaje y de las múltiples derrotas. Y de la amistad. Porque la novela del Raval, como no podía ser de otra manera, es una novela sobre la amistad. 

domingo, 15 de marzo de 2015

Shakespeare & Company, de Sylvia Beach

Leyendo el libro de Sylvia Beach, Shakespeare & Company, sobre la librería norteamericana del mismo nombre que ella misma abrió en la Rive Gauche de París en 1919, uno puede acercarse al proceso de publicación que rodeó al Ulysses y a una estampa humana, alejada del mito, de ese eterno exiliado que fue James Joyce.
Joyce, que había cosechado un éxito de crítica notable en Inglaterra con Retrato del artista adolescente, llegó a París, procedente de Trieste, a sugerencia de Ezra Pound, bastante desesperado. Tenía una familia (dos hijos y Nora), bastantes problemas económicos y de salud, y la sensación, cada vez más fundada, de que nunca conseguiría publicar el Ulysses. En Inglaterra el manuscrito era considerado una obscenidad y ninguna revista podía permitirse publicarlo sin perder un buen número de respetables suscriptores que esperaban leer en el salón prosas menos escandalosas. En Estados Unidos, en aquellos años, la censura trabajaba a destajo (por eso mismo empezaron a desembarcar en París los Scott Fitgeralds, Hemingways, Gertrude Steins...). Y Joyce empezaba a ver, no sin angustia, que sus posibilidades menguaban a toda velocidad. 
En eso, se encontró con Sylvia Beach y con su pequeña librería anglófila en el 12 de la rue de l'Odéon. Una librería que funcionaba fundamentalmente en el préstamo de libros, a través de suscriptores y que de pronto se convirtió en editorial, aun a riesgo de arruinarse, para publicar el Ulysses. Tal vez, lo más interesante del libro es ver todas las circunstancias y tremendas obstáculos que acompañaron a semejante proyecto. Intentar publicar una novela como el Ulysses es, con toda probabilidad, algo que atenta contra los principios más elementales de la economía de mercado. Y sin embargo, ahí estuvieron Sylvia Beach y algunos de sus amigos más cercanos (incluidos grandes escritores franceses como Gidé), los impresores de Dijon, - soportando los cambios obsesivos en el último minuto de Joyce - que probablemente no entendían casi nada del texto que imprimían pero que, por algún motivo, se comprometieron con el proyecto como el que intuye que está haciendo historia, aunque carezca de tiempo para detenerse a entenderla. Se trata de uno de esos extraños episodios, como la traducción del Feyderurke de Gombrowicz en el Café Rex de Buenos Aires, en que un grupo de seres humanos colaboran desinteresademente hasta límites insospechados. Raro en el género humano, rarísimo en literatura. Tal vez solamente pueda explicarse desde el uso limpio de palabras como generosidad y admiración.

Dos apuntes que hoy podrían tener curiosas reverberaciones: 1) durante el proceso de publicación ondeó en la Shakespeare & Company la bandera de Grecia en homenaje al Ulysses. Y 2): Joyce estaba obsesionado con que la portada de la novela fuera del mismo color que el azul de la bandera griega. Fue una sus peticiones más difíciles de cumplir. Los impresores se volvieron literalmente locos buscando un papel que se acercara a esa tonalidad.